Conozco tu nombre.
También conozco tu rostro,
rostro fuerte de hilos despeinados,
nariz de buitre,
nombre de santo.
Conozco tu nombre
porque habitaste lugares comunes.
Has cenado en mi sofá,
dormido en mi cama,
besado al cuerpo
al que acostumbro a besar.
Tengo una colección de fotos tuyas
guardadas en el armario del salón.
No te voy a mentir,
llevo deseando que desaparezcan
desde el primer día
que supe de su existencia.
Una colección de fotos tuyas
de la que sólo he hablado dos veces.
Procuro no tentar al recuerdo,
pues tengo cierto respeto al pasado.
Te he defendido.
En varias ocasiones. He querido
creer que si habitaste el mismo lugar
compartido los mismos tenedores,
los mismos vasos,
los mismos mantelitos,
ahora compartimos un poco del otro.
Somos personas diferentes
que en algo tendrán que parecerse
porque habitamos el mismo espacio,
nos sentamos en los mismos lugares,
encendemos las mismas luces
y bajamos las mismas persianas.
También te he atacado.
A veces injustificadamente.
He levantado el dedo contra tí,
sin ningún remordimiento te he acusado
de conjura y malversación,
de triquiñuela y cobardía.
Siento mucho que esto funcione así,
pero intento alejarme de tus pasos,
culparlos, señalarlos,
porque precisamente te han llevado
lejos de este lugar. De este piso
de cincuenta metros cuadrados
que tú ya habitaste
en una parte de Carabanchel.
De esta terraza en la que tú también fumabas,
también te reías.
No sé si estarías también,
enamorado como yo,
o más bien planeando una huida
acompasada.
A veces me gustaría hablar contigo.
¿Por qué te marchaste?
¿No te gustaba mi terraza?
¿No estabas agusto?¿Encontraste tu espacio?
¿Estás bien?
Luego recuerdo que no te conozco,
¡ni te quiero conocer!
Nombre de santo,
nariz de buitre,
rostro de hilos despeinados.
Conozco tu rostro.
Si tú estuvieras aquí, probablemente,
no estaría yo. No te creas que me olvido
de lo que ocurrió.
¿Tú tampoco querías?
¿A ti también te parece un poco egoísta?
¿Te dejaba estar triste?
¿Se enfadaba contigo por estarlo?
Cuánto quisiera preguntarte.
Si siguieras aquí podríamos beber
toda la noche y rodar
por el verde.
Estás invitado.
Podrías llevarte las fotos.
Y no te olvides de la vajilla.
Gracias
(aunque no lo parezca).